martes, 9 de agosto de 2011

¡QUIERO SER EPILEPTICO!

   

     Esta que hoy os explico es una de esas historias que se revelaron ante mí con una fuerza e intensidad desmesurada y que han quedado guardadas en la memoria como fruto de un conocimiento nuevo y sorprendente que tantas veces había oído de mi maestro pero que nunca hasta entonces había vivido directamente.

     Pedro tenía esa edad indefinible, en que ni es un niño ni ha dejado de serlo, cuando acudió a la consulta. Sus padres lo traían porque desde pequeño tenía “crisis epilépticas” y estaba sometido a altas dosis de medicación debido a las crisis que se producían prácticamente a diario.

     Lo primero que se hizo fue una exploración neurológica completa y en profundidad. Ésta exploración reveló un sistema nervioso sensible e inestable pero ningún signo de foco epiléptico.

     Se inició un programa de terapia que pretendía estimular y desarrollar las funciones de control cortical con el fin de dotar a Pedro de la capacidad de controlar voluntariamente la aparición de “dichas crisis”.

¿Podría Pedro controlar las supuestas crisis epilépticas?

     Esta es una de las ingenuas preguntas que muchos nos hemos hechos en nuestra carrera profesional.

Pero mi sorpresa fue inmensa al descubrir que el PODER y el QUERER obedecen a programas de identidad que el sujeto manipula y decide con su voluntad.

     A las pocas sesiones de terapia Pedro empezó a mostrarnos su amplio y variado repertorio de ataques y “crisis” siempre que le proponíamos realizar un ejercicio que a él no le gustaba.

- ¿Podría ser que dicho ejercicio causara la crisis debido a la inestabilidad eléctrica del cerebro de Pedro?    
Podría ser!!!
-  ¿Podría ser que las “crisis” fueran conductas histéricas defensivas?
              Podría ser!!!

     Poco a poco fue surgiendo entre ambos una relación más próxima e íntima donde Pedro fue despertando conciencia de su situación.

     Poco a poco fue entendiendo que la forma en la que era tratado por su entorno obedecía al diagnóstico médico que a los 8 años le habían dado.

En esa “etiqueta de epiléptico”  había construido su identidad, LO  QUE  ÉL  ERA.




     Había descubierto que el motivo por el que papá seguía acompañándolo al instituto, el motivo por el que mamá seguía durmiendo con él, el motivo por el que siempre reñían y exigían a su hermano mayor y no a él, el motivo por el que no le ponían exámenes ni le obligaban a presentar los deberes, el motivo por el que le llevaban la bandeja de la comida en el restaurante,…. El motivo de ser quien era lo definía la “epilepsia”.

     Este sorprendente nivel de conciencia frente a nuestra intervención terapéutica le llevaba inevitablemente a cuestionarse su propia identidad.

¿QUÉ  ESTÁBAMOS PROPONIÉNDOLE  A  PEDRO?

     Que fuera solo al instituto, que no necesitara a mamá para vestirse y bañarse, que fuera capaz de llevar su comida en el plato, que asumiera las responsabilidades y obligaciones de los adultos,… que se hiciera mayor, que existe otra forma de vivir y de ser sin necesidad de tener que asumir una identidad de enfermo.
En resumen:

QUE  DEJARA  DE  SER  EPILÉPTICO


Pedro entendió perfectamente que estaba en un cruce de caminos. Uno le llevaba a seguir viviendo cómodamente (por el momento) como epiléptico y dependiendo de su entorno sin hacer frente a la competencia, a las exigencias, a las
responsabilidades a las que todos los llamados normales hemos de enfrentarnos cada día.
Nuestro camino pretendía enseñarle y mostrarle un modelo (futuro) de normalidad e independencia, de ilusión y esfuerzo,  de éxitos y fracasos,  de logros y decepciones,…

     Recuerdo sus ojos de niño en aquel cuerpo de hombre.

-                             Adelina, dijo mirándome fijamente:

YO  QUIERO  SER  EPILÉPTICO



Adelina Barbero
Psicóloga infantil


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