jueves, 8 de diciembre de 2011

¿EXISTIA AMERICA ANTES DE QUE COLON LA DESCUBRIERA?



Las plantas nacen, crecen, se reproducen y mueren pero no desarrollan nada en toda su existencia. Desde que nacen hasta que mueren sólo saben hacer lo mismo. Una tomatera sólo puede dar tomates, los dará grandes o pequeños pero nunca  desarrollará la capacidad por sí misma para dar otro fruto que no sea el tomate. El ser humano si puede desarrollar nuevas capacidades a lo largo de toda su existencia tan solo necesita que su entorno abone con amor y confianza su proyecto genético.

Un día de verano Cristóbal y yo regábamos nuestra tomatera en el balcón de su casa, aún no había brotado el primer capullo, aún no había salido la primera flor pero nosotros cuidábamos  nuestra plantita con la ilusión de ver brotar sus frutos. Y en esa espera diaria iba abonando en el pensamiento de Cristóbal que la vida nace del matrimonio entre el esfuerzo y la ilusión.
Mientras Cristóbal iba regando la planta, exploraba las nuevas hojas que habían nacido.
Yo me retiré a la habitación a buscar  material.
De repente oí un grito de alarma.

-      ¡¡¡Nana!!! Que se cae, repetía Cristóbal; ven que se está cayendo!!

Yo me acerqué y vi que el agua resbalaba por debajo de la planta y caía por el balcón a la calle. Miré la regadera y estaba vacía.

-      ¿Has puesto demasiada agua? Le pregunté

-      No, contestó él mientras me increpaba para que resolviera aquel desaguisado.

-      Yo volví a insistir: ¿Has puesto demasiada agua?

Él estaba asustado, sabía que la causa de aquella situación la había provocado él, añadiendo más agua de la que era necesario. Su decisión había sido equivocada y sentía que la situación se le había escapado de las manos por ello buscaba que otro resolviera aquel problema que él había causado.

-      Cristóbal, dije en tono serio y disgustada, el agua que se está derramando es la que tú has puesto de más. Te has equivocado y ahora tienes que resolver las consecuencias de tu error. - “PIENSA QUÉ TIENES QUE HACER”. 

Cristóbal se fue a la cocina y cogió una bayeta y papel de cocina absorbente para secar el agua del balcón.

Antes de que acabara de recoger el agua, le advertí:
-      Cuando recojas los trapos mojados del balcón para llevarlos a la cocina, no quiero que caiga ninguna gota de agua en el comedor.

Cuando hubo acabado de recoger el agua agarró los trapos empapados y entró en el comedor dejando un reguero de agua a su paso. Yo le detuve con voz indignada.

-      He dicho que no quiero que caiga una gota de agua en el comedor. “PIENSA COMO VAS A RESOLVER TU PROBLEMA”.

Cristóbal me miró enfurruñado y agobiado; encarándose conmigo dijo:
-      ¡Yo no lo he hecho! ¡Yo no se! ¡Se ha caído!

Cristóbal estaba cometiendo un grave error. Estaba utilizando un mecanismo de defensa muy frecuente en el ser humano: “La negación de la realidad”. Pero esto no era una respuesta válida para resolver la situación a la que tenía que hacer frente. Dejar “al otro” la responsabilidad de un acto que él había provocado y por lo tanto del que era responsable le hace la vida fácil y cómoda pero no le permite desarrollar la capacidad de encontrar una respuesta que le permita el conocimiento de una nueva identidad más madura y eficaz..

Yo nunca amé la tomatera, ni me importaba el agua caída por el balcón, ni siquiera pensaba en el suelo del comedor. YO AMABA A CRISTÓBAL Y LO QUE HACÍA LO HACÍA POR AMOR HACIA ÉL.

Mi amor hacia él consistía en creer en su capacidad para alcanzar su pleno desarrollo, pero además dotarlo de las aptitudes y actitudes necesarias para que aprendiera a vivir y comportarse según se espera de todos los que pertenecen a cada modelo cultural.

Me acerqué a Cristóbal, tomándolo por el brazo lo llevé al balcón y mirándole a los ojos le dije con voz firme, serena y calculando la intensidad de la orden:

-      Tienes que aprender a resolver tu problema, eres inteligente y puedes hacerlo. “PIENSA COMO LLEVAR LOS TRAPOS MOJADOS A LA COCINA SIN QUE CAIGA UNA GOTA DE AGUA AL COMEDOR”.

Entonces aquel pequeño rebelde provocador que se había encarado conmigo estalló en lágrimas de pena.

-      YO NO PUEDO, NO SÉ HACERLO, decía con voz entrecortada por los suspiros que ahogaban su llanto.

 ¿Podía Cristóbal resolver sólo aquella situación?
Yo no tenía ninguna duda de que sí podía, pero él estaba asustado y plenamente convencido de que no era capaz de hacer frente a su problema. Cristóbal no creía en su capacidad para hacer frente y resolver con éxito su pequeño problema y ante esto adoptaba conductas de sobrecompensación para defender ante sí mismo y ante los demás su verdadera identidad como ser humano.

Vamos a hacer un paréntesis para analizar esta situación y desvestirla de toda la carga afectiva y emocional que pueda haber despertado en el lector y así cada uno discernirá según su propio criterio la solución más adecuada para aplicar en casos similares.
Imaginemos que hemos de enseñar a Cristóbal a dividir, pero para ello debemos enseñarle previamente a sumar, a restar y a multiplicar. Cristóbal quiere que nosotros, que sabemos sumar, le resolvamos las sumas y le evitemos el esfuerzo y sacrificio que esto supone para él. ¿Podría Cristóbal aprender a dividir sin aprender previamente a sumar? ¿Cuál es el motivo por el que queremos que aprenda a dividir? ¿Qué queremos que sea Cristóbal el día de mañana?...

Cristóbal estuvo llorando un largo rato y sus quejas iban debilitando mi voluntad y alterando mi sensibilidad compasiva, pero a cada lágrima que vertía yo le repetía. “TE AMO CRISTOBAL Y SÉ QUE TU PUEDES, ¡¡¡PIENSA!!!,  TÚ ERES UN CHICO INTELIGENTE”. 
Pasó un largo y difícil rato que parecía una eternidad. Cuando Cristóbal se convenció de que sus lágrimas no resolvían ni modificaban la condición de nuestra relación empezó a calmarse y dejar de llorar.

Después de una hora conteniendo su debilidad y abonando con paciencia, firmeza y amor mi confianza en sus capacidades; Cristóbal me miró y dijo:
-     ¿Y si cojo un papel para llevar los trapos mojados?

-      ¡Pruébalo, a ver que pasa!, Contesté

Cristóbal lo hizo pero esta no resultó ser una buena solución y sus ojos volvieron a empañarse de lágrimas.
-      Nana, dijo entre suspiritos, yo no puedo, no se hacerlo. ¿no ves que yo no sé? ¿no ves que yo no puedo? ¡Ayúdame tú que sabes!

-      Cristóbal, si yo creyera que tú no puedes no te lo pediría. Pero yo sé que tú puedes pensar, eres un chico inteligente. ¿Tú quieres ser mayor? ¿Tú quieres tener novia? ¿Tú quieres tener una casa, un coche, una moto,…?
-     , contestó sin entender muy bien que tenía que ver hacerse mayor con resolver su problema.

Hubiera sido muy fácil darle la solución a Cristóbal, pero nuestro trabajo, como educadores, en CEMEDETE no sólo es enseñar aprendizajes, sino desarrollar capacidades y el más importante de todos es que los niñ@s sepan y sientan que nosotros creemos en su capacidad y que con esfuerzo pueden hacerle frente a cada uno de los problemas que les va planteando la vida y las circunstancias que le rodean; y sobretodo que lo pueden hacer por si solos.

-      Tú puedes ser todo esto que quieres ser, pero para ello, ahora tienes que pensar como llevar los trapos mojados a la cocina sin mojar el suelo del comedor.

Cristóbal guardó silencio y después de unos minutos dijo:
-      ¿Y si cojo un plato para llevar los trapos?
-      Pruébalo, le contesté

Su cara de satisfacción, alegría, júbilo y a la vez desconcierto cuando atravesaba el comedor mirando el suelo sin que este se mojara sigue siendo el motivo por el que cada día sigo abonando con amor y confianza a aquell@s que un día no me necesitarán.  

-      ¡Mira Nana! He podido. ¡Mírame Nana! Si que puedo. Y  el agua no cae al suelo. ¡Mírame Nana! He pensado muy bien.

…Y es que mi amado Cristóbal, posee un cerebro humano capaz de desarrollar nuevas estructuras de pensamiento que le capaciten para ser un adulto capaz de crear ideas y ponerlas al servicio de la razón y la lógica... pero tiene que esforzarse para aprender a utilizarlo con todas sus posibilidades.

Adelina Barbero
Psicóloga Infantil

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